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Historias de espías que superan la ficción

¿James Bond está inspirado en un personaje real? ¿Sabías que el espía clave en el éxito del Desembarco de Normandía murió en Venezuela? ¿Conoces la historia de Virginia Hall, l

a espía coja que atormentó a los nazis? Te contamos algunas historia de espías legendarios.


La palabra espía (el que observa en secreto para obtener información) viene de una raíz germánica spähen (ver a lo lejos) que dio spy en inglés, Spion en alemán y espion en francés. De ahí derivamos espiar, espiado, espiador, espionaje, etc.


Todo gran imperio ha tenido espías a su servicio. Desde los romanos hasta las superpotencias de la Guerra Fría, la información sobre el enemigo ha sido un arma más, muchas veces el instrumento que ha logrado desbaratar las operaciones militares más elaboradas.


Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre cuándo nació el primer servicio profesional de espías en la antigua Roma. Estaba formado por los frumentarii. Posiblemente fue con Trajano o Adriano. Los frumentarii eran centuriones encargados de suministrar grano a las legiones. Con esa misión recorrían el imperio y se infiltraban en todas partes. Combinaban su labor de espionaje con la de propaganda.


Según Enrico Silverio, autor de un estudio sobre los servicios secretos en la antigua Roma, citado en La Vanguardia, «en Roma hubo un centro, Castra Peregrina, que albergó una mezcla de CIA y Pentágono, civiles y militares en diversas funciones». Aquí destacó Marco Oclatinio Advento, en el siglo III d. C., un frumentario que acabó dirigiendo los servicios secretos de la Castra peregrina y creó una red de espías en Britania. Conozcamos algunos espías legendarios:


Sidney Reilly, la inspiración para James Bond


Su origen familiar es un misterio, aunque parece que nació en Odessa en 1874 en el seno de una familia judía. Fue espía al servicio del Imperio Británico, de Japón y de la Rusia zarista.


Por su implicación en la organización y financiación de la resistencia contra el régimen de Lenin, fue el hombre más buscado por la Cheka hasta que lograron atraparle mediante una trampa. Fue en esa época cuando se ganó el apodo de La Pimpinela Escarlata por su habilidad para eludir la persecución comunista.


Durante su vida disfrutó de numerosas identidades, ejerció múltiples oficios y ocupaciones y trabajó para el mejor postor.


Durante la I Guerra Mundial, residió en Nueva York desde donde se hizo millonario vendiendo munición a los alemanes y los rusos, a la vez que colaboraba con los servicios británicos.


Ya en 1892 era confidente de la Ojrana, la policía política zarista, con el nombre de Rosenblum, que al parecer era el de su padre biológico, que le abandonó al nacer. Unos años después, emigró a Brasil tras fingir su muerte en Odessa. Allí se ganó la vida como obrero portuario, cocinero y trabajador en las plantaciones.


En 1895 salvó a su patrón Charles Fothergill cuando iba a ser asesinado por unos indígenas. En agradecimiento a su valor, Fothergill le recompensó con 1.500 libras, le compró un pasaje para Londres y le consiguió la nacionalidad británica.


A partir de este momento comienza la leyenda de Reilly, que al parecer emigró a Francia donde mató a sangre fría a dos anarquistas en un tren para robarles. Tras su vuelta a Londres en 1896, creó una empresa de medicamentos y se casó con la viuda del reverendo Hugh Thomas, que había heredado una ingente fortuna. Hay indicios de que Reilly le envenenó para desposar a su mujer.


Tres años después conoció a William Melville, un jefe de Scotland Yard, que le contrató como espía tras crearle una nueva identidad. Rosenblum pasó a apellidarse Reilly. Melville le envió a San Petersburgo para recabar información sobre la relación rusa con Japón.


Era tan hábil que fue fichado por el general Motogiro, que le pagó elevadas sumas por espiar para los servicios secretos japoneses mientras servía a los británicos. Reilly, fingiendo ser un rico empresario maderero, logró robar los planos de Port Arthur en Manchuria que facilitaron el ataque japonés a los rusos.


Fue el comienzo de una increíble serie de hazañas entre las que figuran:

  • La concesión de la compra de petróleo a la Anglo Persian Oil Company

  • El robo de los planos de unos aviones de la Krupp en Alemania

  • La falsificación de una carta de Zinoviev en la que figuraba un imaginario plan para derrocar al Gobierno británico

  • La fabricación de billetes para ayudar a la resistencia contra los bolcheviques.

A partir de 1918, Reilly viajó a Rusia y permaneció allí durante largas temporadas. Planeó el asesinato de Lenin, conspiró con los generales zaristas y les facilitó armamento hasta que en 1925 fue atrapado, torturado salvajemente y fusilado en Moscú por orden de Stalin.


Garbo, el espía que venció a Hitler


Un día de invierno de 1944, a menos de seis meses de que llegara el Día D, el general Dwight D. Eisenhower, comandante en jefe aliado a cargo de la inminente invasión que liberaría Europa Occidental del régimen nazi, se reunía con Noel Wild, al mando de un sector poco conocido encargado del engaño estratégico, y le hacía esta petición: “Solo te pido que me quites de encima el XV ejército [alemán] los dos primeros días. Nada más”. Dos días necesarios para consolidar las cabezas de playa que debían tomar las primeras divisiones aliadas que desembarcasen en la costa de Normandía. Enfrente se encontraban las fuerzas alemanas, englobadas en los ejércitos 15 y 70, que disponían de 56 divisiones, 10 de ellas Panzer acorazadas y cuatro divisiones SS, cubriendo la costa atlántica francesa y belga, principalmente en el sector de Calais.


Las fuerzas anglo-americanas recién desembarcadas serían aniquiladas y la guerra se alargaría, con un coste mucho mayor en vidas humanas, si los ejércitos alemanes acudían de manera masiva a defender Normandía. Para mantener a esas tropas alejadas del lugar elegido se diseñó un plan de desinformación militar estratégica de dimensiones hasta ese momento desconocidas que recibió el nombre de Operación Fortitude (Fortaleza). Este plan contaba con el despliegue de un ejército fantasma que desembarcaría en Calais y un minucioso trabajo de espías y agentes dobles y, de todos ellos, el que jugó un papel más decisivo fue un español llamado Juan Pujol, conocido en clave como Garbo, que fue capaz de ganarse la confianza total de los servicios de inteligencia alemanes para, llegado el momento, influir en la toma de decisiones de Hitler y su Alto Estado Mayor de manera determinante.

Participó en los dos bandos de dos guerras sin disparar un solo tiro. Se llamaba Juan Pujol García, nació en Barcelona y fue Arabel en el servicio secreto nazi y Garbo, en el británico. Creó una red imaginaria de veintisiete agentes secretos que generaba un cúmulo de información que el enemigo creyó a pie juntillas. Su obra maestra fue engañar a Hitler para que pensara que la invasión de la Europa ocupada se iba a producir muy lejos de donde ocurrió. Salvó miles de vidas y contribuyó decisivamente a la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Fue condecorado por alemanes y británicos después del Día D. Provocó la noticia de su propia muerte y vivió oculto durante cerca de cuarenta años. Descubierto, fue recibido con honores en el Palacio de Buckingham y con sorpresa y emoción por sus hijos, que no sabían que estaba vivo. Aunque parezca un personaje de película, Juan Pujol fue un hombre de carne y hueso.


Finalizada la contienda, Juan Pujol y su familia se instalaron en Venezuela, donde nació su hija María Eugenia. Tras una serie de duros reveses económicos su esposa, Araceli, no se adaptó a la nueva vida, lo que motivó la separación de la pareja. Tanto Pujol como Araceli rehicieron sus vidas, con la colaboración de los aliados.


En Venezuela, Pujol dio clases de inglés a los empleados locales de la empresa petrolera Shell; más tarde abrió una papelería y tras su matrimonio con Carmen Cilia Álvarez tuvo tres hijos más, María Elena – que murió muy joven–, Carlos Miguel y Juan Carlos.


Araceli volvió a Madrid con sus hijos y se casó en segundas nupcias con Edward Kreisler, empresario norteamericano que había sido doble de Rodolfo Valentino, estaba bien relacionado con Hollywood y tenía excelentes conexiones políticas y diplomáticas. Ambos fundaron la galería de arte Kreisler.


El 10 de octubre de 1988 Juan Pujol García murió en Caracas a consecuencia de un derrame cerebral. No recibió ningún tipo de homenaje ni en Venezuela, ni en Gran Bretaña ni en España. En su tumba, en Choroní, solo puede leerse Juan Pujol García 14-02-12 / 10-10-88 Rdo. de su esposa, hijos y nietos.


Virginia Hall, la espía coja que atormentó a los nazis


Calificada por los nazis como la espía más peligrosa de Francia, Virginia Hall trabajó para los servicios secretos británico y estadounidense convirtiéndose en una de las piezas clave para el triunfo aliado en las playas de Normandia.


Nacida el 6 de abril de 1906 en Baltimore, Estados Unidos, no es exagerado afirmar que Virginia Hall fue una figura clave durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a haber sufrido la amputación de su pierna izquierda, Hall se convirtió en una pesadilla para los nazis que la definieron como «la más valiosa agente aliada en Francia», una mujer que, en palabras de uno de los más terribles jerarcas del partido nazi, Klaus Barbie, apodado el carnicero de Lyon, debía ser «encontrada y destruida».


Virginia cursó estudios en Radcliffe, la facultad para mujeres de la Universidad de Harvard; en Barnard, la facultad femenina de la Universidad de Columbia, y en la escuela de posgrado de la American University en Washington, donde aprendió francés, italiano y alemán. Rompiendo las normas de la época, viajó por Europa y estudió en la Escuela de Ciencias Políticas de París, en la Konsularakademie de Viena y en Alemania. Al finalizar sus estudios de posgrado, Virginia aceptó un puesto de secretaria en la Embajada de Estados Unidos en Varsovia y desde allí fue trasladada a Izmir, en Turquía. Fue precisamente en aquella ciudad de la península de Anatolia donde un accidente fortuito durante una cacería provocó que Virginia perdiera su pierna izquierda a la altura de la rodilla. A pesar de que en principio la herida no revestía gravedad, la tardanza en recibir atención médica provocó que la herida se gangrenara y el miembro tuviera que ser amputado.


«Cuthbert», mote cariñoso con el cual Virginia se dirigía a su pierna ortopédica, resultó ser un impedimento más para continuar con su carrera diplomática, que se añadió a las numerosas trabas que encontró en su camino por el mero hecho de ser mujer. Tras ser apartada del Departamento de Estado, Virginia decidió dar un giro a sus expectativas para intentar luchar contra el fascismo que se estaba apoderando de toda Europa. Viajó a Francia y se alistó en el servicio de ambulancias, donde empezó su particular guerra. Tras la invasión alemana, huyó en bicicleta del país galo, pedaleando con su pierna de madera, hasta llegar a la costa francesa, donde embarcó en uno de los últimos ferrys que navegaban hasta Gran Bretaña. A su llegada a Londres conoció a Vera Atkins, una espía británica de origen rumano y una hábil reclutadora de la sección F (por Francia) del SOE, la Ejecutiva de Operaciones Especiales, organismo responsable de enviar agentes a Europa para sabotear, espiar, robar y, sobre todo, matar nazis.


Con el nombre en clave de «Germaine», Virginia se lanzó en paracaídas sobre Francia con la misión de recopilar toda la información posible acerca de la ocupación alemana y también para proporcionar armas a la resistencia francesa. Haciéndose pasar por periodista, comenzó su misión: informar a Londres sobre los movimientos de tropas alemanas y poner bombas en las instalaciones militares nazis. Su fama se extendió entre la resistencia, pero también entre los agentes de la Gestapo, la policía secreta nazi. Para lograr dar con ella, los alemanes hicieron imprimir carteles con un supuesto retrato suyo y con el siguiente mensaje: «Esta mujer que cojea es una de las más peligrosas agentes de los aliados en Francia, y debemos encontrarla y destruirla».


En un principio, Virginia, con ciudadanía estadounidense y su discapacidad física, no parecía representar un peligro para la Gestapo, por lo que pudo formar a un grupo de miembros de la resistencia francesa bajo el nombre en clave de «Heckler» sin impedimentos. Su principal objetivo era garantizar el paso seguro de los pilotos británicos abatidos y apoyar a otros grupos de la resistencia y a agentes del SOE. Poco a poco, Virginia se fue convirtiendo en la obsesión de Klaus Barbie, jefe de la Gestapo en la ciudad francesa de Lyon y encargado de torturar personalmente a todos los prisioneros franceses que caían en sus manos. Barbie organizó redadas, interceptó todas las transmisiones en morse que eran enviadas a Londres, y capturó y torturó hasta la muerte a numerosos prisioneros en busca de información para dar con la esquiva espía.


Gracias a Abbe Ackuin, cuyo nombre en clave era «Bishop», un espía que la Gestapo logró infiltrar en la resistencia francesa, los nazis pudieron arrinconar a Virginia, y parecía cuestión de tiempo que la arrestaran. Pero todo fue en vano. La «dama coja», como era conocida por los alemanes, consiguió escapar cruzando los Pirineos con su única pierna hasta llegar España. Pero a su llegada a la frontera, las autoridades de inmigración la detuvieron por entrar a España sin visado. Durante seis semanas, Virginia estuvo en una prisión en Figueres (Gerona) hasta que la embajada de Estados Unidos presionó a las autoridades franquistas para que la liberaran. Virginia Hall dejó de trabajar para el SOE británico y pasó a formar parte de la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos, predecesora de la actual CIA.


De nuevo en Francia, Virginia asumió la personalidad de Marcelle Montagne, una anciana campesina del pequeño pueblo de Crozant, en el centro de Francia, que vivía en una granja donde cuidaba vacas, hacía queso y ayudaba al propietario. Durante aquel tiempo recopiló información vital sobre los movimientos de las tropas alemanas y estableció contactos con la resistencia. A pesar de la sólida cobertura que le proporcionaba su nueva identidad, fue interrogada y varios agricultores locales fueron asesinados. Ante el riesgo de ser descubierta, Hall transmitió por radio a Londres el siguiente comunicado: «Los lobos están en la puerta», y huyó.


Durante las semanas previas al Día D, Virginia estableció la resistencia en la ciudad de Cosne, dividiendo la organización en cuatro grupos de 25 hombres. A cada grupo encargó diversos actos de sabotaje contra las unidades alemanas establecidas allí. A media que se iba acercando el Día D, la resistencia comandada por Virgina se encargó de sabotear líneas ferroviarias, comunicaciones y puentes y carreteras para retrasar de esta manera el avance alemán hacia las playas de Normandía. En esta misión, Virginia no estaba sola. Mujeres como Diana Rowden, Violette Szabo y Lilian Rolfe cubrieron otras zonas con el mismo cometido; las que fueron capturadas acabaron sus días en el campo de exterminio de Ravensbrück o en el de Dachau.


La resistencia comandada por Virgina se encargó de sabotear líneas ferroviarias, comunicaciones y puentes y carreteras para retrasar el avance alemán hacia Normandía.

Su trabajo como espía fue de vital importancia para que los aliados consiguieran recuperar Francia. Durante el resto de su vida, Virginia trabajó para la CIA, que incluso ha dado su nombre a unas instalaciones. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue honrada por sus acciones: el gobierno de Francia le otorgó la Croix de Guerre avec Palme, el gobierno británico la convirtió en miembro de la Orden del Imperio Británico, y el gobierno de Estados Unidos le hizo entrega de la Cruz del Servicio Distinguido. Virginia Hall murió en 1982, a los 76 años de edad.

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