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Las Poquianchis: las siniestras hermanas asesinas



Su historia inspiró a Jorge Ibargüengoitia para escribir su novela «Las Muertas» y a Felipe Cazals para una película, pero en la realidad este cuarteto de asesinas en serie mexicanas estuvo compuesto por cuatro hermanas dueñas de varios burdeles de Guanajuato. Las Poquianchis es el apodo con el que popularmente se le conoce a las hermanas González Valenzuela, quienes en 1964 se hicieron famosas tras ser acusadas de trata de personas y asesinato.

De acuerdo con los archivos, las Poquianchis asesinaron entre 90 y 150 personas entre mujeres explotadas, recién nacidos y clientes. Por ello, las poquianchis son consideradas las asesinas seriales con el mayor número de víctimas en la historia de México.

Sus nombres eran Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa, quienes construyeron una red de secuestro y prostitución. Manejaban prostíbulos en Jalisco y Guanajuato, donde golpeaban y sometían a sus víctimas.

Nacidas en El Salto, Jalisco, las poquianchis nacieron en una familia de carácter disfuncional. Su padre fue un policía del gobierno porfirista, alcohólico que maltrataba a sus familias. Además, se dice que obligó a las hermanas a presenciar la tortura de detenidos durante su infancia.

Por otra parte, la madre de las hermanas González Valenzuela era una fanática religiosa. El maltrato dentro de la familia alcanzó grados extremos, que incluso Carmen González pasó un año encarcelada por su padre. En 1938 Carmen se relacionó con un criminal, al que tiempo después abandonó. Sin embargo, durante ese periodo aprendió todo lo necesario sobre el negocio de los bares. Cuando los padres de las hermanas murieron, éstas utilizaron su herencia para invertir en su primer burdel, el cual cerró tras una riña en la que murió el hijo de Carmen.

El Guadalajara de Noche, el burdel del horror

En 1954, las Poquianchis volvieron a abrir un burdel en Lagos de Moreno, Jalisco. Pese a que la prostitución estaba prohibida en el estado, las hermanas establecieron nexos con autoridades corruptas para estar protegidas.

A su vez, se vincularon con secuestradores en toda la república para conseguir a las mujeres que iban a prostituir. La edad de las víctimas oscilaba entre los 12 y 15 años, quienes eran atraídas bajo la promesa de empleos bien pagados.

Una vez en el burdel, las mujeres eran violadas y golpeadas para someterlas psicológicamente. Inmediatamente eran puestas a trabajar, para ello las poquianchis les proporcionaban ropa y comida a precios arbitrarios para así generar una deuda imposible de pagar.

Cuando las mujeres rebasaban los 25 años de edad, eran asesinadas por los colaboradores masculinos de las hermanas. Algunas otras prostitutas más antiguas se convirtieron en cómplices de las proxenetas, funcionando como celadoras y participando en los homicidios. Muchas de las mujeres llegaron a enfermar y morir, principalmente por dieta raquítica que se les proporcionaba. Si alguna de las prostitutas llegaba a quedar embarazada, se le practicaba un aborto. Además, también se asesinaron a los niños que llegaron a nacer. Finalmente, una de las víctimas logró escapar y denunciar a las hermanas. Tras el arresto, se descubrieron varias fosas clandestinas donde las Poquianchis enterraron a los muertos. Fueron condenadas a la pena máxima de 40 años de cárcel, pero sólo una logro morir en libertad.

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